Supongamos un círculo en cuyo
centro se sitúe un punto al que llamaremos “comportamiento social racional”. El
epicentro esta determinado por los ideales y creencias de individuos que
realizan sus actividades cotidianas en torno a ella, referido punto es
considerado el azimut social, suena hasta antagónico, dependiente y frontal, como
la llamada redundancia cíclica.
En periodos generacionales, las
conductas y creencias son atacadas por antivalores, conceptos, ideas,
tendencias, modas, que pronto dilatan el círculo creando nuevos patrones de comportamientos en el punto racional. Justo
momento en que se concibe la interrogante de ¿Quién tiene la verdad en las
manos? ¿Estamos capacitados para un juzgamiento “racional”? Usando la
particularidad de Ockham, ¿Qué es bueno y qué es malo?
Como vemos el círculo es
dependiente de la razón, de la verdad y lo bueno (o malo), conceptos tan
sustancialmente complejos, que ha ocupado a filósofos de muchas generaciones a
ensayar teorías entorno a ellos, conceptos totalmente prostituidos por la
sociedad para la idealización de la Meca en el centro del circulo e imponer
patrones de conducta para las futuras generaciones.
Volviendo incipiente al contexto
de ideas definamos la sociedad según
el DRAE como la “reunión mayor o menor
de personas, familias, pueblos o naciones”. La condición de permanecer en esta
reunión es ceder los derechos, ideales y creencias individuales, sustituirlos
por las propias de la masa y si es posible ser asiduo defensor de ellas para
luego constituirse en uno de los líderes de la misma (de ahí semejante bastión
de sacos y corbatas –injustificadas-).
Es interesante el momento en que aparecen
las personas que no ceden sus ideales a la sociedad, por ende no reconocen el
punto concéntrico, ahí se conciben los denominados rebeldes. La rebeldía en sí
debería ser considerada en su aspecto positivo, calificarla como su fin
verdadero, la de romper paradigmas y conductas programadas.
La rebelión de ideas, culturas,
pensamientos contradichos al sistema del estado actual de las cosas, deben ser
el punto racional en el núcleo del círculo y de esta manera permitir a la
sociedad avanzar verdaderamente, en sentido lógico y ontológico.
Unos cuantos “locos” transformaran
el mundo (empezando por el de ellos mismos).
Pablo Ariel.