viernes, 9 de septiembre de 2011

Y así nos va.

La decadencia pronunciada de la mayoría de la humanidad, la adolescencia cada vez más desvirtuada. Víctimas del consumismo del siglo XXI y antecesores.

Hasta parece inevitable que el progreso material arrastre a su paso la “buena” moral. La moral de las generaciones anteriores que puede catalogarse de hasta discreta, fue la franja dominante más segura para la humanidad.

En pocas palabras nos estamos yendo a la puta. Al parecer no hay dogmas ni creencias, religiones ni logias que puedan detener este paso.

El telón del cuarto, cuyo cartel señala “prohibido el paso a menores de 18 años de edad”, ha sido arrebatado por el internet. Factor más que trascendental para la moralización-desmoralización de la juventud.

La idea progresista de un mundo plenamente globalizado también incurre en el delito de un mundo plenamente desmoralizado. Es conveniente encontrar un punto medio a todo. La moral la tiene. La verdad también.

¿Culpables? No, nadie. ¿Inocentes? Sí, todos. Ningún país debe alejarse tanto del otro, pensarían los economistas al tener la idea de un mundo sin barreras. Yo creo que si un país está lo bastantemente enfermo, si debería alejarse del nuestro.

Me encanta hacer analogías de la realidad con estúpidos ejemplos. Aquí va una.

Estamos sumergidos en el mar en un antiguo submarino, donde todos los humanos desarrollaron características físicas acuáticas para sobrevivir en el agua y viven alrededor. La opción única es salir a convivir con los demás, aunque nos mojemos. La generación esta predestinada.

Pensar es gratis, expresarlo cuesta un poco más, asumir las consecuencias de las palabras cuesta bastante.

De vez en cuando es bonito salir a caminar por los callejones oscuros y solitarios en busca de un abril.

No todo está perdido...

Aun.

Agradecimientos. A la humanidad por estar hundiéndose, a mí por estar dentro del barco a punto del naufragio, al ocio, a las ideas sueltas sin sentido, a mi boludez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario