
Satisfacciones de un mayor, rencores de un niño.
Almohadas de esperanzas, sabanas de sueños,
Carente de cariño, zapatillas de goma sujetas con alambres,
Juguetes sin dueño, amaneceres de melancolía y sin Dios.
La dureza de la cama, la maldita vereda, fría como el mismo corazón.
Toda la vida vivió cuentos sin finales felices,
Sus padres antes de dormir les contaban la realidad.
La vida pasó con amistades como la calle y la soledad,
amistades sin piedad como la mentira y su misma verdad.
Sin oportunidades de leer, se formó su propia filosofía,
Robar para comer, que lo demás es pura fantasía.
La rudeza del frío, la ira de la lluvia, la furia del calor,
Abrazan el destino de la historia de un hombre.
Nada tan intolerable como el propio desprecio de la sociedad,
Participante infatigable de las noches vacías,
un reality que no conoce ganadores ni libertad.
El tiempo ha pasado, sus padres ya no están,
El niño ha crecido y busca amores en esquinas donde no todos irán,
busca algo de beber en tabernas equivocadas y olvidadas.
El tiempo ha pasado, ya no hay desesperanzas que abrazar.
Las sinfonías falsas de las drogas endulzaron el escuchar de su vida,
Ya las risas se esfumaron, como los sueños de un día.
La ansiedad más que el querer podía,
por un mal paso a la cárcel pararía, sin pensar sin sentir.
Sin oportunidades desde que nació,
es el juego que el maldito destino le otorgó.
El cuento que nunca tuvo final feliz al descanso eterno lo llevó.
Un hombre más, un sueño más, nadie hará nada
siempre será el mismo cuento sin final feliz, para muchos,
que nacieron con la suerte de crecer en ese lado injusto de este vivir.
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