Ya no importan los minutos que van marcando el reloj, el instante es eterno, una cama desordenada, una dama de curvas sensuales, la atención solo es distraída por las lineas prohibidas sobre un espejo roto ubicado sobre el velador, momento mágico, prohibido e inmoral.
De fondo una música que los vuelve pasajeros del tiempo, testigos de los Stones y los Sabina, jueces de los Crímenes Perfectos. Una luz de vela en la oscuridad del deseo, es reflejada en el claroscuro, la piel de ese cuerpo perfecto, tan blanca como la sustancia prohibida que forja la noche.
Entre risas y cigarrillos, la pasión es la dosis más fuerte para dos almas desesperadas que huyen de la realidad a lo infinito del placer. Es un juego peligroso que tal vez no conozca ganadores, pero son las circunstancias, el destino o como quieran llamarlo, ese momento de fuego tal vez acabe con los 2 en mitad de un incendio. Pero, quizás valga la pena.
Los pecados capitales a la orden del día, los labios prueban la piel adictiva de esa mujer, entre mordiscos juguetones, la moralidad se aleja con el frío de la habitación. La sabana empapada de sudor, el cabello despeinado, marcas en ambos cuerpos producto de hambrientas uñas engañadas por la pasión.
Ha llegado el amanecer, las manos temblorosas, la mente sin mantenerse sobria trata de entender el escenario envenenado, a arreglar el desorden, a recoger las ropas y a asumir la tristeza que vuelve con la realidad. Sin importar la hora o el día, un momento mágico, prohibido e inmoral fue la sobredosis perfecta para huir de este mundo material.